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Déficits neuropsiquiátricos por COVID-19 persistente son mayores a lo esperado
NUEVA ORLEÁNS, USA. Los pacientes que experimentan confusión mental y otros síntomas duraderos de COVID-19 persistente muestran deficiencias significativas en las pruebas neuropsiquiátricas que se corresponden con una infección aguda previa por COVID-19, lo que se suma a la creciente evidencia del significativo costo que la afección crónica puede tener en la salud mental.[1]
“Muchos médicos han observado los síntomas que describimos en este estudio, sin embargo, este informe se encuentra entre los primeros que identifican los déficits específicos mediante pruebas neuropsicológicas para caracterizar mejor el síndrome”, comentó en una entrevista el Dr. Sean T. Lynch, primer autor de un estudio sobre el tema que fue presentado en el Congreso Anual de la American Psychiatric Association (APA) de 2022.
El Dr. Lynch, del departamento de psiquiatría de Westchester Medical Center Health System, en Valhalla, Estados Unidos, y sus colaboradores inscribieron a 60 participantes que habían experimentado la enfermedad aguda de COVID-19 entre seis y ocho meses antes y que se habían sometido a pruebas neuropsicológicas, psiquiátricas, médicas, funcionales y evaluaciones de calidad de vida. Los resultados del estudio se publicaron en versión electrónica en Journal of the Academy of Consultation–Liaison Psychiatry.[1]
Entre los participantes del estudio, 32 buscaban tratamiento para la “niebla cerebral” en un programa clínico para sobrevivientes de COVID-19, mientras que los 28 restantes formaban parte de una investigación longitudinal en curso de secuelas neuropsicológicas, médicas y psiquiátricas de COVID-19, pero no estaban buscando atención para los síntomas persistentes.
Las evaluaciones para el deterioro neurocognitivo incluyeron una batería de pruebas utilizadas en enfermedades infecciosas y de otro tipo, incluyendo Test of Premorbid Function, Patient Assessment of Own Function, Trail Making Test parte A y B, Stroop Color y Word Test, entre otras.
En general, la batería de evaluaciones mostró que 37 (62%) de los participantes tenían deterioro en las pruebas neuropsicológicas, con resultados por debajo del percentil 16 en dos pruebas, mientras que 16 (27%) mostraron puntajes indicativos de deterioro grave (por debajo del segundo percentil en al menos una prueba y por debajo del percentil 16 en una prueba).
Aquellos que reportaron niebla cerebral obtuvieron puntajes incluso más bajos de lo esperado en las pruebas de atención, velocidad de procesamiento, memoria y función ejecutiva, y de entre los que informaron niebla cerebral, un número significativamente mayor tenía puntuaciones que reflejaban un deterioro grave, en comparación con los controles (38% frente a 14%; p < 0,04).
“Según lo que hemos observado en nuestros pacientes y lo que otros han informado anteriormente, esperábamos encontrar algún deterioro en la muestra de este estudio”, anotó el Dr. Lynch.
“Sin embargo, nos sorprendió descubrir que 27% de la muestra del estudio obtuvo puntuaciones extremadamente bajas en las pruebas neuropsicológicas, lo que significa que obtuvieron al menos dos desviaciones estándar por debajo de la puntuación esperada en al menos una prueba neuropsicológica en función de su edad y nivel educativo”.
El grupo de niebla cerebral también informó niveles significativamente más altos de depresión, fatiga, trastorno de estrés postraumático y dificultades funcionales, con una menor calidad de vida.
El deterioro grave en las pruebas neuropsicológicas se correlacionó con la extensión de los síntomas agudos de COVID-19, así como con las puntuaciones de depresión, la cantidad de comorbilidades médicas y las quejas cognitivas subjetivas.
Un análisis de los niveles séricos de los marcadores inflamatorios entre 50 de los 60 participantes mostró que 45% de los pacientes tenía interlucina-6 (IL-6) elevada, 20% tenía factor de necrosis tumoral-alfa (TNF-alfa) elevado y 41% tenía proteína C reactiva elevada, en comparación con los rangos de referencia.
Se encontró que los niveles de interlucina-6 se correlacionaban con los síntomas agudos de COVID-19, el número de comorbilidades médicas, fatiga y medidas de la función ejecutiva, mientras que la proteína C reactiva se correlacionó con los síntomas actuales y las puntuaciones de depresión.
En cuanto a los factores clínicos que podrían predecir puntuaciones bajas en las pruebas neuropsicológicas, el Dr. Lynch anotó que los “marcadores que encontramos significativos incluían la gravedad de la enfermedad aguda por COVID-19, los síntomas actuales posteriores a esta, las medidas de depresión y ansiedad, el nivel de fatiga y número de comorbilidades médicas”.
El Dr. Lynch anotó que el estudio en curso incluirá seguimientos de hasta 18 meses que se están realizando actualmente. “Los [seguimientos] examinarán si los síntomas mejoran con el tiempo y evaluarán si alguna intervención que tuvo lugar fue exitosa”, dijo.
La encuesta respalda los hallazgos
Los efectos perjudiciales de los síntomas de salud mental en los casos de COVID-19 persistente se respaldaron aún más en otro estudio en la reunión de la American Psychiatric Association, una encuesta en línea de 787 sobrevivientes de COVID-19 agudo.
En la encuesta comunitaria, presentada por el Dr. Michael Van Ameringen, profesor en el departamento de psiquiatría y neurociencias conductuales de la McMaster University, en Hamilton, Estados Unidos, todos los encuestados (100%) informaron tener síntomas persistentes del virus y 68% indicó que no había vuelto a su funcionamiento normal, a pesar de que solo 15% de los encuestados había sido hospitalizados por COVID-19.
Una gran proporción mostró depresión significativa, ansiedad y trastorno de estrés postraumático (TEPT), y los síntomas persistentes más frecuentemente informados fueron fatiga en 75,9% de los encuestados, confusión mental en 67,9%, dificultades de concentración en 61,1% y debilidad en 51,2%.
Hasta 88,2% de los pacientes dijeron que experimentaron síntomas neurocognitivos persistentes, con mala memoria y concentración; 56% informó problemas para encontrar palabras; y 54,1% tenía pensamiento lento.
Los encuestados mostraron altas tasas de ansiedad (41,7%), así como de depresión (61,4%), según lo determinado por puntajes superiores a 9 en la escala para el trastorno de ansiedad generalizada (GAD-7) y el cuestionario sobre la salud del paciente (PHQ-9).
Hasta 40,5% de los encuestados mostró probable trastorno de estrés postraumático, con puntuaciones superiores a 30 en la lista de verificación de trastorno de estrés postraumático (PCL-5). Su puntuación media de resiliencia en la Escala de afrontamiento resiliente breve fue de 13,5, lo que sugiere una baja resiliencia.
Entre los encuestados, 43,3% dijo que había recibido tratamiento de salud mental en el pasado, mientras que 33,5% estaba recibiendo tratamiento de salud mental en la actualidad.
El Dr. Ameringen señaló la importante limitación de que el estudio es una encuesta en línea sin grupo de control, pero dijo que las respuestas, sin embargo, plantean la cuestión del papel de los trastornos psiquiátricos previos en COVID-19 persistente.
“En nuestra muestra, 40% de los encuestados tenía antecedentes psiquiátricos, por lo que te preguntas si eso también te hace vulnerable a tener COVID-19 persistente”, apuntó en una entrevista.
“Alrededor de un tercio estaba recibiendo ayuda psiquiátrica, pero creo que cuanto más afectado estés, más probable es que busques ayuda”.
Los que fueron hospitalizados con COVID-19 tenían un mayor riesgo de trastorno de estrés postraumático en comparación con los no hospitalizados (p < 0,001), al igual que los menores de 30 años (p < 0,05) o entre 31 y 50 años frente a los mayores de 50 (p < 0,01).
El Dr. Ameringen anotó que la alta tasa de sujetos de la encuesta que no habían regresado a su funcionamiento normal fue especialmente llamativa.
“Este no es un tema menor, son personas que ya no funcionan en la sociedad”, señaló.
En pandemias, el cerebro tiende a ser “pasado por alto”
Al abordar más los efectos neurológicos de COVID-19 en la reunión de la American Psychiatric Association, el Dr. Avindra Nath, director clínico del National Institute of Neurological Disorders and Stroke (NINDS) en Bethesda, Estados Unidos, señaló que los síntomas cognitivos y psiquiátricos persistentes después de la enfermedad, como la niebla cerebral, la depresión y la ansiedad, no son necesariamente exclusivas de COVID-19.
“Hemos visto esto antes”, dijo. “Ha habido al menos siete u ocho coronavirus humanos y lo interesante es que cada uno afecta el cerebro y causa complicaciones neurológicas”.
Los efectos se clasifican de manera diferente y tienen receptores ligeramente diferentes, “pero las consecuencias son las mismas”.
Sin embargo, cabe destacar que la investigación publicada en The Lancet Psychiatry reveló que los síntomas como la demencia, el estado de ánimo y la ansiedad son significativamente más altos después de COVID-19 en comparación con otras infecciones respiratorias, con diferencias que aumentan a los 180 días desde el evento índice.[2]
El Dr. Nath anotó que, durante décadas, ha observado que en las pandemias “el cerebro tiende a pasarse por alto”. Explicó que “lo que puede ser más importante al final es lo que sucedió en el cerebro, porque esas son las cosas que realmente causan las consecuencias a largo plazo”.
“Estos pacientes están deprimidos; tienen demencia, confusión mental e incluso ahora que reconocemos estos problemas, no hemos hecho un buen trabajo al estudiarlos”, observó. “Hay tanto que aún no sabemos, y muchos pacientes quedan con estos síntomas y no tienen adónde ir”.
https://espanol.medscape.com/verarticulo/5909143#vp_1
Créditos: Comité científico Covid