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4 mayo, 2023

Los datos de un registro “tranquilizan” sobre el riesgo de infarto por biofármacos para pacientes con artritis reumatoide

MANCHESTER, GBR. Los pacientes con artritis reumatoide no tienen más probabilidades de sufrir un infarto si son tratados con un inhibidor de la interleucina 6 que si se tratan con un inhibidor del factor de necrosis tumoral, según datos presentados en el Congreso Anual de la British Society for Rheumatology (BSR) de 2023.

Los resultados de un amplio análisis del BSRBR-RA, Registro de productos biológicos de la British Society for Rheumatology en pacientes con artritis reumatoide, no mostraron diferencias estadísticas en la tasa de infarto de miocardio, teniendo en cuenta el tratamiento de casi 21.000 pacientes. El hazard ratio global ajustado por propensión para el riesgo de infarto de miocardio, al comparar el inhibidor del factor de necrosis tumoral con el inhibidor de la interleucina 6, fue de 0,77, pero el intervalo de confianza de 95% cruzó la línea de significación estadística.

“Este resultado tranquiliza a los pacientes y a los equipos clínicos sobre los efectos a largo plazo que conlleva el tratamiento para el infarto de miocardio en un entorno real”, afirmó Tian Zixing, estudiante de doctorado de la University of Manchester, en Mánchester, Reino Unido.

“Los pacientes con artritis reumatoide tienen un mayor riesgo de infarto de miocardio que la población general”, explicó Tian. Sin embargo, este riesgo ha “mejorado considerablemente” con el tratamiento mediante biofármacos, sobre todo con los inhibidores del factor de necrosis tumoral, frente a los antirreumáticos modificadores de la enfermedad no biológicos.

El motivo del análisis actual era comprobar si existía algún riesgo asociado a los inhibidores de la interleucina 6, ya que se ha observado que estos fármacos aumentan los niveles de colesterol de lipoproteínas de baja densidad, lo que a su vez puede incrementar el riesgo de infarto de miocardio.

La población del estudio estuvo formada por todos los pacientes registrados de los últimos 20 años que habían iniciado tratamiento con uno de los muchos fármacos inhibidores del factor de necrosis tumoral disponibles en el Reino Unido (adalimumab, etanercept, infliximab, certolizumab pegol y golimumab) o los dos fármacos disponibles que actúan sobre los efectos de la interleucina-6: tocilizumab, que actúa sobre la propia interleucina-6, y sarilumab, que actúa sobre el receptor de la interleucina-6.

Se utilizaron formularios de seguimiento clínico, certificados de defunción y notificaciones de pacientes confirmados por el equipo clínico para identificar a los pacientes que experimentaron un infarto de miocardio, pero solo se tuvieron en cuenta los infarto de miocardio que se presentaron durante el tratamiento.

Se registraron más de 30.000 líneas de tratamiento en 20.898 pacientes. Tian observó que la mayoría (>90%) de estos pacientes habían sido tratados con un inhibidor del factor de necrosis tumoral en todas las líneas terapéuticas. “Es muy importante tener en cuenta la secuencia de tratamiento. La mayoría de los pacientes comienzan el tratamiento de primera línea con un inhibidor del factor de necrosis tumoral y solo unos pocos con un inhibidor de la interleucina-6. Los inhibidores de la interleucina-6 se utilizan con más frecuencia en las últimas fases de la enfermedad, cuando se han acumulado más factores de riesgo cardiovascular”, señaló Tian.

Por tanto, para garantizar una evaluación justa del riesgo de infarto de miocardio, en los análisis estadísticos se compararon los inhibidores del factor de necrosis tumoral y los inhibidores de la interleucina 6 según la línea de tratamiento. “Eso significa que solo se compararon entre sí los pacientes en su tratamiento de primera línea, y solo se compararon entre sí los que estaban en su tratamiento de segunda línea, y así sucesivamente”, explicó Tian.

Las características basales fueron en general similares en los pacientes tratados con fármacos inhibidores del factor de necrosis tumoral e inhibidores de la interleucina 6, excepto en el caso de la hiperlipidemia, que fue mayor en los pacientes tratados con un inhibidor de la interleucina 6. No obstante, no hubo indicios de diferencias en las tasas de infarto de miocardio tras el ajuste respecto a factores de riesgo cardiovascular.

Estos datos tienen muchos puntos fuertes, pero por supuesto existen posibilidades de confusión residual y por indicación, subrayó Tian. También hubo que imputar los datos que faltaban.

“Se ha hablado mucho de la protección cardiovascular de los inhibidores de la interleucina 1”, observó el Dr. Kenneth Baker, quien presidió la sesión de resúmenes orales sobre artritis reumatoide en la que Tian presentó los resultados.

“La interleucina-6 suprime bastante bien la proteína C reactiva (PCR)”, añadió el Dr. Baker, investigador clínico titular de la Newcastle University y reumatólogo consultor honorario del Freeman Hospital, ambos en Newcastle upon Tyne, Reino Unido.

“Ha planteado la hipótesis o ha extrapolado que las diferencias en los niveles de lípidos pueden no ser relevantes”, dijo a Tian, “pero ¿cree que podría haber un elemento adicional en juego?”. Quizá los fármacos inhibidores de la interleucina 6, como tocilizumab, son mejores para suprimir la inflamación, y eso contrarresta los efectos sobre los lípidos, sugirió.


Fuente: https://espanol.medscape.com/verarticulo/5910782#vp_1

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