La pandemia de COVID-19 ha cambiado nuestro paradigma de lo que conlleva la palabra salud y su extensión en varios aspectos, asimismo, nos ha demostrado las vulnerabilidades que el sistema de salud mexicano arrastra desde hace varios años y su poca resiliencia ante la catástrofe que se ha extendido durante los últimos dos años.
Todos los ámbitos de este sector han sido sacudidos, ya sea por el contacto directo con la enfermedad y la baja temporal o permanente de los profesionales de la salud, la modificación del estilo de vida en la población general para evitar el contagio, dándose la dicotomía entre la exposición por medio de lugares laborales o por no obtener el sustento adecuado para satisfacer las necesidades básicas y no menos importante, por la interrupción de personal que se capacitaba en las universidades, lo que implicó la posibilidad de egresados con deficiencias en su educación por falta de conocimientos y competencias prácticas, dadas por el cumplimiento de disposiciones sanitarias.
En este último aspecto entra la figura del médico interno de pregrado, aquel estudiante que ha concluido los ciclos básicos y clínicos con respecto a la universidad en que está inscrito y tiene que enfrentarse a un nuevo ciclo anual que teóricamente sirve para poder integrar y consolidar los conocimientos básicos, clínicos y humanísticos que le fueron otorgados en la institución.
Sin embargo, en toda su formación como profesional de la salud tuvo un contacto mínimo con los procedimientos administrativos de cualquier sistema de salud mexicano (Instituto Mexicano del Seguro Social [IMSS], Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado [ISSSTE], Secretaría de Salud [SSA)], etcétera) y con la manera de aplicar las normas operativas hacia los pacientes, lo cual disminuye la calidad de la atención hacia el enfermo.
Una revisión superficial y el sentido común denotarían que los médicos internos de pregrado aún no tienen la capacidad de tomar decisiones relevantes, ya que sus profesores y doctores encargados de la formación de esta última etapa tendrían que ser los responsables de los procesos, pero esto se contradice con la realidad que existe en México, donde conforme a la información del Centro de Estudios Sociales y Opinión Pública (CESOP) en su documento de trabajo número 269 titulado La Calidad en los servicios de salud en México , en el año 2010, 70% de las unidades de primer nivel de atención de las instituciones públicas es atendido exclusivamente por personal médico en etapa de formación, que incluye al médico interno de pregrado o al estudiante que cursa el servicio social, ambos sin un título, que a su vez es requisito para obtener la cédula profesional médica, documento indispensable para ejercer medicina en México.