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Mi experiencia de una infección por SARS-CoV-2 tras vacunación anti-COVID-19
El viernes 16 de julio de 2021 marcó el final de una semana de servicio en el hospital y era hora de celebrar con una agradable cena con mi esposa, ya que los requisitos impuestos por la pandemia de COVID-19 acerca de usar mascarilla se habían eliminado en nuestra región, en California, Estados Unidos, para personas como nosotros, que estábamos completamente vacunados. Siempre nos ha gustado disfrutar de una buena cena y la echamos mucho de menos durante la pandemia. A diferencia de 6 meses antes, cuando administraba dexametasona, remdesivir y oxígeno de alto flujo a la mitad de los pacientes de mi sector, ni un solo paciente fue diagnosticado con COVID-19 y mucho menos tratado por esta enfermedad durante la semana anterior. Lo estábamos haciendo tan bien en Sacramento que las reglas de visita se habían relajado y no se requería que los pacientes vacunados tuvieran una prueba de SARS-CoV-2 negativa antes del ingreso al hospital.
El sábado fue el juego 5 de la final de básquetbol de la NBA, así que dos parejas se unieron a nosotros para verlo en nuestra casa; sin mascarillas, porque todos estábamos vacunados. El domingo visitamos a nuestros vecinos que acababan de tener un nuevo bebé y les obsequiamos algunos libros para bebés. La nueva mamá había luchado con la decisión de vacunarse durante el embarazo, pero finalmente decidió completar el esquema de vacunación antes del parto; estaba completamente inmune en el momento del nacimiento, deseando que el bebé tuviera inmunidad pasiva a través de ella. Mantuvimos una distancia adecuada y nunca tocamos al bebé ni a la mamá, pero como se habían eliminado las reglas de utilización de mascarilla para los vacunados, no nos molestamos en usarla.
El lunes sentí algo en la nariz, pero seguí con mi consulta habitual. Curiosamente, mi desempeño no estuvo a la altura de mis estándares habituales. Había una reunión esa noche para la que tenía que prepararme, cuando de pronto me sentí muy fatigado. Me acosté y dormí una buena hora, lo que interrumpió mi preparación. Advertí a los participantes que me estaba sintiendo un poco mal, pero querían continuar. En este punto decidí que era hora de comenzar a usar una mascarilla nuevamente.
Tuve más reuniones el martes por la mañana, pero me aseguré de usar siempre la mascarilla. Esa cosita en mi nariz había explotado en una rinitis a gran escala, requiriendo pañuelos de papel y descongestionantes. Además la fatiga me estaba golpeando muy fuerte. Pensé: “¡Maldición! No he tenido un resfriado desde 2019. Todas esas precauciones de COVID-19 no solo funcionaron contra la COVID-19 (que nunca tuve), sino que también funcionaron contra el resfriado común que tenía ahora”.
Terminé mis reuniones y me acosté hora y media. Como padre de dos hijos tenía mucha experiencia con el resfriado común y sabía que el descanso y la hidratación eran la clave para acabar con esto. Además se acercaba mi cumpleaños número 55 y quería asegurarme de estar completamente recuperado para las festividades que mi esposa estaba planeando para mí. No obstante, me programé para una prueba de SARS-CoV-2. Sabía que esto no podía ser COVID-19 porque estaba completamente vacunado, pero me estaba golpeando muy fuerte. Tenía que ser un virus que mi cuerpo nunca había visto antes; tal vez el metaneumovirus humano. De todos modos, esa era mi línea de razonamiento.
El miércoles fue otro día en el sofá debido a las continuas y graves fatiga y mialgias. Pensé que otro buen día de descanso me ayudaría a dejar este resfriado a tiempo para la celebración de mi cumpleaños. Luego los resultados de la prueba de SARS-CoV-2 fueron positivos. “¿Cómo puede ser esto? ¡Me vacunaron!”. Es cierto que me había relajado más con las mascarillas, según Centers for Disease Control and Prevention (CDC) de Estados Unidos y las reglas del condado, pero siempre usaba una mascarilla cuando estaba viendo pacientes en el hospital. Sí, ya no usaba una mascarilla N95 y había dejado mis gafas hace meses, pero ya no veíamos mucha COVID-19, por lo que una mascarilla quirúrgica tricapa era todo lo que se requería y parecía suficiente. Había estado leyendo artículos sobre la nueva variante delta que se estaba volviendo dominante en todo el país y los informes indicaban que la vacuna aún era eficaz contra la variante.
Sin embargo, mis primeros pensamientos fueron para mi familia, por supuesto. A medida que se desarrollaba mi enfermedad seguía comunicándome con ellos para ver si tenían alguno de estos síntomas de “resfriado” que yo tenía; ninguno de ellos los tuvo. Cuando mi prueba dio positiva todos nos pusimos en cuarentena inmediatamente y ellos fueron a hacerse la prueba; todos fueron negativos. A continuación me comuniqué con las personas con las que me había reunido esa semana y les advertí que había dado positivo. A pesar de mi mascarilla y su estado de vacunación completa, necesitaban hacerse la prueba. Lo hicieron y fueron negativos. Me di cuenta de que probablemente era contagioso, aunque asintomático, el sábado por la noche cuando teníamos amigos para ver las finales de la NBA. Sí, todos fueron vacunados, pero si yo pude enfermar con esta nueva variante delta, ellos también podrían. El departamento de salud pública me envió una encuesta cuando se enteró de mi prueba positiva y señaló el sábado como el día en que comencé a ser contagioso. Les dije a mis amigos que probablemente era contagioso cuando fueron a ver el juego y que deberían hacerse la prueba. Lo hicieron y todos dieron negativo para SARS-CoV-2.
Espera un minuto: ¿y el domingo por la noche? El bebé recién nacido y la mamá. Entonces yo también era contagioso. Mantuvimos nuestra distancia y solo estuvimos allí unos 10 minutos, pero si me sentía mal por la COVID-19, me sentía peor por exponerlos al virus.
No soy el Dr. Anthony Fauci y estoy agradecido de que hayamos tenido científicos sensatos como él para guiarnos a través de esta terrible experiencia. Estoy seguro de que se escribirán muchos artículos sobre las infecciones por la COVID-19 en el futuro, pero tengo muchos pensamientos sobre esta experiencia.
Primero, mi práctica de usar una mascarilla N95 y gafas para todos los pacientes, no solo los pacientes con COVID-19, durante el apogeo de la pandemia, fue efectiva. Antes de vacunarme mis pruebas de anticuerpos fueron negativas, por lo que nunca contraje la enfermedad cuando seguí este esquema. En segundo lugar, todos queremos volver a algo que parece “normal”, pero debido a que hay grandes poblaciones no vacunadas en la comunidad, el virus continuará propagándose y evolucionando y, por tanto, todos estamos en riesgo. Si bien las reglas decían que estaba bien reducir nuestras restricciones, debido a que muchas personas no están vacunadas todos debemos seguir manteniendo la guardia alta. En tercer lugar, ¿una dosis de refuerzo me habría salvado de este destino? Debido a que estaba en la primera línea de la pandemia como hospitalista, también estuve entre los primeros miembros de mi comunidad en vacunarse, recibiendo la segunda dosis el 14 de enero de 2021.
Mi esposa no estaba en ningún grupo de riesgo, no estaba en ninguna lista de prioridad de vacunas y completó su esquema hasta principios de abril. Si le iba a contagiar la infección a alguien, habría sido a ella. No solo nunca desarrolló síntomas, sino que también dio negativo en repetidas ocasiones, al igual que todos los demás con los que estuve en contacto cuando fui más contagioso. Lo que me diferenciaba de los demás era que me había puesto la vacuna mucho antes que ellos. ¿Mi inmunidad había disminuido con los meses?
La buena noticia es que si bien no caracterizaría lo que tenía como “leve”, ciertamente no fue prolongado. Fui un buen chico e hice lo básico: mantenerme hidratado y dormir lo suficiente. Estuve muy mal durante unos 3 días y odio pensar cómo habría sido si tuviera afecciones coexistentes como asma o diabetes. Todos sabemos cómo se ve un caso grave de COVID-19 en los no vacunados, con meses en el hospital, infusiones intravenosas y alto flujo de oxígeno para los afortunados. No tenía nada remotamente parecido a eso. Los síntomas dominantes que presenté fueron fatiga incapacitante y dolores corporales importantes. La segunda noche tuve algunos escalofríos, sudores y sueños salvajes. Desde el punto de vista respiratorio, tuve una rinitis grave y una tos perversa durante un tiempo, que disminuyó eventualmente. Mis saturaciones de oxígeno cayeron a mediados de 90%, pero nunca por debajo de 94%.Pero si hubiera estado diez veces más enfermo, dudo que hubiera sobrevivido. Estuve en cuarentena durante 10 días, pero dudo mucho que fuera contagioso para el día 5, debido a mis síntomas y al hecho de que nadie a mi alrededor dio positivo a SARS-CoV-2 con la repetición de la prueba.
Me sentí tan aliviado que ninguno de mis contactos cuando fui más contagioso fuera positivo a SARS-CoV-2. Aunque no es científico, lo encuentro ilustrativo. Si bien debería haber cancelado mis reuniones el lunes y el martes, todos sabían que tenía un “resfriado” y nadie quería cancelar. Nadie pensó que fuera posible que tuviera COVID-19, especialmente yo. La variante delta es conocida por generar altos niveles de viremia, pero no enfermé a nadie, ni siquiera a mi esposa. Eso me sugiere que si bien la vacuna no elimina el riesgo de infección, que ya sabíamos, probablemente redujo significativamente mi infectividad. Por eso estoy muy agradecido. Ahora que tuve la experiencia de la COVID-19 puedo decirles que se siente terrible. Pero me habría sentido mucho peor si hubiera enfermado a otros.
Entonces, ¿dónde contraje el virus? Nos liberaron de la mascarilla durante la cena del viernes por la noche, lo cual era aceptable en el condado de Yolo en ese momento. Por cierto, en realidad vivo en el condado de Yolo, no en el condado de YOLO (solo se vive una vez). Puede imaginarse que este último sería un poco más relajado con los requisitos de usar mascarilla. A pesar de eso, no creo que la cena fuera donde lo contraje, porque fue un periodo de incubación demasiado corto. Mi esposa y yo obviamente reaccionamos de manera diferente, como dije, pero ambos estábamos en el restaurante. Ella no contrajo SARS-CoV-2 y yo sí. Creo que probablemente me contagié en el hospital, porque mientras llevaba una mascarilla allí, solo llevaba una mascarilla quirúrgica, no una N95. Y ya no llevaba gafas. Si bien ninguno de mis pacientes fue diagnosticado oficialmente con COVID-19, me estaba encontrando con muchas personas, estaba en contacto cercano con otras, las medidas fueron relajadas, incluyendo las pruebas de COVID-19 antes del ingreso.
Yo era un caso atípico, como he señalado; ninguno de mis otros contactos cercanos desarrolló COVID-19. Mucha política y opinión pública está impulsada por casos atípicos e incluso puras invenciones en estos días; ciertamente no podemos crear una política de salud pública basada en un valor atípico. No estoy sugiriendo que mi experiencia sea una base para reescribir las reglas de COVID-19. Sin embargo, me ha dado una pausa para pensar en muchas facetas de esta horrible enfermedad con la que hemos tenido que lidiar de muchas maneras. Y también he reexaminado mi propia práctica para protegerme en el hospital. Claramente, lo que estaba haciendo en el apogeo de la pandemia fue efectivo y mis prácticas recientes más relajadas no lo fueron. Ahora que estoy completamente recuperado después de un encuentro relativamente único con la enfermedad, espero ver qué hacen los científicos y los responsables de la formulación de políticas públicas con los casos de la COVID-19 posterior a la vacunación anti-COVID-19. Entonces, entre nosotros, amigos y colegas hospitalistas, independientemente de las pautas de política, sugiero que sigamos usando mascarillas.
El Dr. Thomas McIlraith es el presidente fundador del Departamento de Medicina del Hospital de Mercy Medical Group en Sacramento. Recibió el premio SHM por servicio sobresaliente en medicina hospitalaria en 2016.
Este artículo fue publicado originalmente en The Hospitalist, una publicación oficial de la Society of Hospital Medicine.
Créditos: Comité científico Covid