Medical Health Cluster

25 agosto, 2021

Los niños más pequeños tienen más probabilidades de transmitir SARS-CoV-2 a la familia

Los niños pequeños tienen más probabilidades que sus hermanos mayores de transmitir el SARS-CoV-2 en sus hogares, según un análisis de los registros de salud pública en Ontario, Canadá, un hallazgo que cambia la creencia común de que los niños desempeñan un papel mínimo en la propagación de COVID-19.[1,2]

El estudio realizado por investigadores de Public Health Ontario, publicado en versión electrónica en JAMA Pediatrics, encontró que los adolescentes (de 14 a 17 años) eran más propensos que sus hermanos menores a llevar el virus al hogar, mientras que los bebés y los niños pequeños (hasta 3 años) tenían aproximadamente 43% más de probabilidades que los adolescentes de contagiar a otras personas en el hogar.

Los niños o adolescentes fueron la fuente del SARS-CoV-2 en aproximadamente uno de cada 13 hogares de Ontario entre junio y diciembre de 2020, muestra el estudio. Investigadores de Public Health Ontario analizaron los registros de salud de 6.280 hogares con un caso de COVID-19 pediátrico y un subconjunto de 1.717 hogares en los que un niño de hasta 17 años era la fuente de transmisión en un hogar.

Al analizar los datos, los investigadores controlaron las diferencias de género, el mes de inicio de la enfermedad, el retraso de la prueba y el tamaño medio de la familia.

El papel de los niños pequeños en la transmisión parecía lógico para algunos expertos que han estado siguiendo la evolución de la pandemia. “Creo que lo más sorprendente fue cuánto tiempo persistió la narrativa de que los niños no transmitían el SARS-CoV-2”, comentó Sam Scarpino, Ph. D., director general de vigilancia de patógenos en Rockefeller Foundation.

Mientras tanto, el menor uso de mascarillas, el regreso a la escuela y las actividades y el ataque de la variante delta han cambiado la dinámica de propagación, destacó el Dr. Andrew Pavia, jefe del Departamento de Enfermedades Infecciosas Pediátricas de la University of Utah.

“Los adolescentes y los niños en edad de escuela secundaria y preparatoria han tenido tasas de infección mucho, mucho más altas en el pasado. Ahora, cuando miramos las tasas de niños en edad escolar, son las mismas que las de los niños en edad de escuela secundaria y preparatoria, y estamos viendo más y más en los grupos de edad preescolar”, indicó.

Los casos pueden estar subestimados

En todo caso, el estudio puede subestimar el papel que juegan los niños pequeños en la propagación de COVID-19 en las familias, ya que solo incluyó casos sintomáticos como fuente inicial y es más probable que los niños pequeños sean asintomáticos, añadió el Dr. Pavia.

La variante delta aumenta la preocupación; es más del doble de infecciosa que las variantes anteriores y ha provocado un aumento en los casos pediátricos, incluida alguna infección conjunta con otras enfermedades respiratorias circulantes, como el virus sincitial respiratorio.

El estudio de Ontario cubre un periodo antes de la vacunación y la propagación de la variante delta. “A medida que aumenta el número de casos pediátricos en todo el mundo, el papel de los niños en la transmisión domiciliaria seguirá aumentando”, concluyeron los autores.

Seguir la higiene respiratoria recomendada es claramente más difícil con los niños muy pequeños. Por ejemplo, padres, cuidadores y hermanos mayores no se mantendrán a 1,80 metros de distancia de un bebé o un niño pequeño enfermo, señalaron la Dra. Susan Coffin, maestra en salud pública, pediatra de enfermedades infecciosas, y el Dr. David Rubin, pediatra y director de PolicyLab en el Children’s Hospital of Philadelphia, en un comentario adjunto.[3]

“Abrazar y tocar son parte integral del cuidado de un niño pequeño enfermo, y eso obviamente conllevará un mayor riesgo de transmisión a los padres, así como a los hermanos mayores que pueden estar ayudando a cuidar a su hermano o hermana enfermo”, escribieron.

Si bien los padres pueden lavarse las manos con más frecuencia cuando cuidan a un niño enfermo, no es tan probable que usen cubrebocas, señaló el Dr. William Schaffner, especialista en enfermedades infecciosas de Vanderbilt University, en Nashville, Estados Unidos.

“Imagino que algunas mamás incluso llevan a un niño enfermo a la cama con ellas. Probablemente sea el contacto extenso que uno tiene con un niño muy pequeño que está enfermo lo que aumenta su capacidad para transmitir esta infección”, agregó.

¿Qué se puede hacer?

¿Qué se puede hacer para reducir la propagación de COVID-19 en los hogares? “La solución obvia para proteger un hogar con un bebé o un niño pequeño enfermo es asegurarse de que todos los miembros elegibles del hogar estén vacunados”, afirmaron la Dra. Coffin y el Dr. Rubin en su comentario.

La American Academy of Pediatrics le escribió recientemente a la Dra. Janet Woodcock, comisionada interina de la US Food and Drug Administration, solicitando que la agencia autorice el uso de las vacunas contra el SARS-CoV-2 para niños menores de 12 años “lo antes posible”, señalando que “la variante delta ha creado un riesgo nuevo y urgente para los niños y adolescentes de todo el país, como también lo ha hecho para los adultos no vacunados”.[4]

Según los informes, la Food and Drug Administration (FDA) pidió a los fabricantes de vacunas de Pfizer y de Moderna que ampliaran los ensayos clínicos en niños, lo que puede retrasar la autorización para los grupos de menor edad.[5] Pfizer ha señalado que planea enviar una solicitud de autorización de uso de emergencia de su vacuna para niños de 5 a 11 años en septiembre u octubre.[6]

Al igual que con la vacunación de adultos, es probable que las dudas o la renuencia sea una barrera. Menos de la mitad de los padres dijeron que es muy o algo probable que sus hijos reciban la vacuna COVID-19, según una encuesta nacional realizada por investigadores de University of California en Los Ángeles, Estados Unidos.[7]

El estudio de Ontario proporciona evidencia valiosa para respaldar la adopción de medidas para proteger a los niños de la transmisión en las escuelas, incluidos los requisitos de usar cubrebocas, realizar pruebas frecuentes y una mejor ventilación, destacó Scarpino.

“No podremos controlar la COVID-19 sin vacunar a las personas más jóvenes”, concluyó.

El Dr. Pavia ha sido consultor de GlaxoSmithKline sobre cuestiones no relacionadas con COVID-19. La Dra. Sarah Buchan, Ph. D., autora del estudio y científica de Public Health Ontario, informó las subvenciones de Canadian Institutes of Health Research para la investigación sobre la influenza, el virus sincitial respiratorio y la COVID-19, y las subvenciones del Canadian Immunity Task Force for COVID-19 fuera del trabajo presentado. La Dra. Coffin informó sobre las subvenciones como coiinvestigador de Centers for Disease Control and Prevention en un sitio de la Unidad de Evaluación de Vacunas y Tratamiento que realiza ensayos de vacunas COVID-19 en niños. Scarpino tiene opciones no ejercidas en ILiAD Biotechnologies, que se centra en la prevención y el tratamiento de la tos ferina. Schaffner es consultor de VBI Vaccines.

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Créditos: Comité científico Covid

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